Hace como dos años, o más, me separé y fue, debo
decirlo, una de las cosas más difíciles que he hecho en la vida. Si bien tenía todas las razones posibles para
hacerlo, me dolía dejar a ese hombre con el que un día había decidido compartir todo. Era como dejar tirado mi sueño y mi palabra y eso me hacía sentir fracasada de
todas las formas posibles. Yo le había
apostado al amor y para eso había dejado a mi familia, mi trabajo, mi país y me
había ido con “el amor de mi vida”. Era
difícil pensar en seguir la vida sin quien había sido mi elección
fundamental.
Pero así es y, a veces, las cosas no
funciona como esperamos. Me separé y
volví a Colombia y empecé a hacer parte de ese mercado del usado, que es
complicado, sobre todo para una separada sin hijos, sin demandas, con un
divorcio que, fuera del dolor, no traía más problemas. Empecé a salir con alguien que pensé estaba
bien, pero en los múltiples intentos que hicimos nos dimos cuenta de que ni él
ni yo habíamos dejado el pasado atrás. En el proceso nos hicimos mucho daño, y eso dolió y dolió mucho. Pero como yo me hacía tanta propaganda de que
ya estaba curada, las amigas me empezaron a presentar a sus amigos, hermanos,
primos.. cuanto divorciado había en el camino. Yo salía, sacaba peros, y conocía a uno
más, otro más... ninguno más. Nada funcionaba, nada cuajaba, nada
era. Nadie era.
Un día no fui yo quien dijo el famoso: es
fantástico, pero no me gusta. Un día me
lo dijeron a mi, no me gustas lo suficiente. Y allí me di cuenta de que tenía
que parar, que no podía seguir saliendo con esos “recomendados” y
eso hice, dejé de salir, no sin tener pensamientos de rabia porque mi exesposo ya se
veía en las revistas sociales en fotos con su nueva novia, y la cosa parecía que marchaba.
Así que dejé de hablarle al ex (con quien seguía hablando), porque ya
no había nada más que decir y también dejé de salir y salir y salir. Y aquí estoy tratando de que todo se cure antes de volver a empezar.
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